No pasa nada

No pasa nada” es una frase que muchos niños escuchan frecuentemente. Pero “Sí pasa”.

El momento

Un niño se cae y lo normal es que la madre le diga “No pasa nada”; o lo que es peor :“Te lo dije”, dejando la autoestima y la seguridad del niño más en el suelo que a él.

O puede que se le haya roto ese juguete que tiene algo especial, o simplemente un juguete cualquiera.

O quizás se sienta decepcionado porque no encuentra el playmobil que necesita, el único que le vale entre los cincuenta que tiene porque sólo ese sabe conducir una moto.

O no echan en la tele sus dibujos favoritos, ahora que por fin le apetecía estar un rato sentado.

Las buenas intenciones

Y vamos nosotros y nuestras buenas intenciones: creemos que les hacemos más fuertes porque la vida adulta es, a nuestros ojos, mucho más complicada y dura. Además, si le restamos importancia, parece que dejan de llorar, que aprenden a consolarse solos, como si no expresar la tristeza, el dolor o la desesperación significara no sentirla.

Sí pasa

Pero es que sí que les ha pasado algo: se han hecho daño; se les ha roto algo que ya nunca volverá a ser igual; se les ha estropeado el plan tan interesante que tenían; se han desilusionado.

Si esta frase de “No pasa nadala extrapolamos al mundo de los adultos, ¿cómo nos sentiríamos? Si nos caemos en la calle, se nos rompe el móvil, no encontramos el mando de la tele por ningún hueco del sofá o cancelan nuestra serie favorita, y entonces, en ese momento, nuestra pareja va y nos dice ”Venga, que no ha pasado nada”. Le echarías una mirada digna de un gif viral.

Lo que pasa

Cuando algo le ocurre y nosotros le decimos que no es nada, estamos creando confusión en sus sentimientos ya que se produce un conflicto entre lo que siente y lo que decimos que está ocurriendo.

Le estamos enseñando a que no preste atención a lo que siente porque no es importante; le enseñamos a no saber expresar sus emociones, a no reconocerlas si quiera, porque se las estamos reprimiendo.

No podrá desarrollar su empatía.

Creerá que lo que le pasa, no nos importa. Para nosotros, no es nada.

¿Qué hacer?

Habrá quien esté tan en desacuerdo, que crea que estoy proponiendo exagerar la situación. Pero sólo estoy pidiendo que les tratemos con respeto, de igual a igual.

Debemos validar su emoción: expresar con afirmaciones qué es lo que sienten para que lo reconozcan y poder acompañarles en su sentimiento. A veces el simple hecho de narrar lo que ha pasado y poner nombre a lo que sienten, les ayuda a encontrar consuelo. Y nosotros les demostramos que todo lo que les pase es importante.

Ellos mismos irán dando más importancia a unas cosas que a otras. A veces según el día, otras según la personalidad. Porque a todos no nos afectan las mismas cosas y éstas no siempre nos afectan igual.

Siempre he consolado a mis hijos y siempre lo haré. Me duelen sus golpes y sus desesperaciones. Ellos son los que deciden cuánto les afecta algo, no lo decido yo.

Recuerda

La próxima vez que estés tentando a decir “No pasa nada”, intenta ponerte en su lugar y ofrecer el consuelo que te gustaría que te dieran.

No le estás haciendo más débil, le estás dando seguridad en sí mismo y en lo que siente.

No les enseñemos a que no les importen las situaciones dolorosas, sino a enfrentarse a ellas, a asumirlas, a superarlas. Así sí les haremos más fuertes.

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2 comentarios

  1. La verdad es que aunque sé que «no pasa nada» no es la mejor frase a mí se me escapa un montón, aun sabiéndolo. Quizá la tengo demasiado interiorizada. Aunque intento consolarme diciéndome a mí misma que cuando la uso no es para quitarle importancia a lo que ha pasado… Es la frase que más me cuesta eliminar de todas, me sale de manera automática 🙁

    • La verdad es que hay frases que muchas veces salen sin pensar… Yo he conseguido manejar ésta hasta el punto de que no la digo ni cuando se cae un vaso de agua (lo he cambiado por «No importa, cariño»). Pero me cuesta, por ejemplo, cuando está enfadado simplemente validar su sentimiento y afirmar su emoción, así que me sale solo preguntar por qué, como si le estuviera cuestionando… Todos tenemos «tics» de crianza. Lo bueno es saber reconocerlos y aprender a manejarlos

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