Cuando mamá se enfada

(Experiencia personal)

A veces un torbellino de furia estalla en mi interior. Y hoy necesito escribir para desahogarme, para reflexionar, para pedir perdón.

Estaba intentando despertarle y tenía mucho sueño. Ese sueño de lunes que nos invade, que hace que deseemos estar un ratito más arropados, con los ojos cerrados, dejándote llevar por la nada.

Yo también tenía sueño. Sueño de lunes sin café. Y dolor de garganta, y de cabeza. Y ganas de meterme en la cama con él.

Empecé a darle besos para despertarle, a bromear, a hacerle caricias, a llenar sus pensamientos. Pero él no quería. Sólo deseaba dormir.

Los minutos pasaban e iban consumiendo mis ideas, acercando el momento de quedarnos sin tiempo.

Y todo estalló. Primero él y después yo.

No es su culpa. Sea lo que sea lo que haya hecho, como haya descargado su enfado, su batalla contra Morfeo. Porque yo le grité, le grité como una loca, con ganas de seguir alimentando mi enfado. Le grité, le asusté y no consolé su llanto. Estaba tan enfadada, tan desmedidamente enfadada, que no quería salir de ese estado.

Tardé un buen rato en relajar mi cara. En cerrar los ojos y darme cuenta de que no quiero ser un ogro. Le di cincuenta besos y le pedí perdón cada vez que le daba uno de ellos. Porque sí, porque yo soy de las que les pide perdón a mis hijos cuando me equivoco, y les lloro, y les beso, y luego me queda todo el día la sensación de haberlo hecho fatal y de que ya no tiene remedio.

No es suya la culpa en esos momentos en los que yo pierdo la calma. Porque a veces me lo tomo con gracia o saco una imaginación que yo misma desconocía para poder manejar la situación.

No, no es él el que me hace perder la paciencia. La pierdo yo. Yo, que me quedo sin recursos y que dependo de mi humor.

Cuando nos enfadamos así, debemos entender qué nos sucede realmente: sentimos frustración, impotencia, por no poder conseguir lo que queremos. No nos damos cuenta, pero, en el fondo, volvemos a sentirnos como cuando de niños nos obligaban a hacer algo; esa sensación de injusticia se rebela y aparece de nuevo, pero esta vez somos nosotros los adultos, los que estamos en la posición dominante, los que deberíamos tener el poder.

No es una cuestión de poder. Ni de fuerza. Ni de obediencia. No quiero que mis hijos me hagan caso por miedo.

Cuando estés a punto de explotar, busca aquello que pueda calmarte: cambia de lugar, date un minuto, mírate en un espejo; ¿esa es la imagen que quieres que vean tus hijos? ¿es ese el reflejo de lo que sientes por ellos?

Los gritos dañan a los niños. Los asustan, los hacen más pequeñitos.

(Perdón por mi inconstancia, por haberte asustado, por hacer que tú también tengas un mal día. Estoy trabajando para que no vuelva a suceder, para ser la madre que te mereces tener).

Dime, ¿hay algo que te haga gritar? ¿Qué recursos necesitas ?

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15 comentarios

  1. Yo no soy mucho de gritos, mi marido lo llama «pachorra gaditana» pero muy difícilmente me altero tanto para gritar….

    Me encanta eso de reconocer tus errores ante tus hijos, es una gran manera de enseñarles a que ellos hagan lo mismo, en la imitación va gran parte de la educación.

    • Pues entonces me encanta la «pachorra gaditana», sea lo que sea que haga que no pierdas la paciencia, bienvenido sea!
      Los hijos imitan todo, tienes razón. Y esa es una de las razones para intentar ser mejores como padres y como personas

  2. Un post fantástico
    GRACIAS!GRACIAS Y GRACIAS!!
    Me siento algo mejor después de saber q no estoy loca y q no soy la única.
    Y por supuesto me arrepiento de gritar a mis hijos y lucho día a día conmigo misma para ser(como muy bien has escrito)la madre qua hijos se merecen????????????????

    • Gracias a ti! Gracias por empatizar conmigo y por reconocer que también te pasa y te arrepientes. Me ayuda a sentirme mejor y a querer seguir mejorando. Gracias por el comentario

  3. «No, no es él el que me hace perder la paciencia. La pierdo yo.» Me ha encantado eso. Yo también me he dado cuenta en más de una ocasión de que perdía los nervios en situaciones en las que a veces bromeaba o me reía con él. Entonces me siento tremendamente frustrada… Mi curso de Mindfullness empezó este lunes, pero todavía no he hecho nada, solo he visto un vídeo, espero hacer algo los próximos días porque lo necesito, pero hay épocas que es muy difícil encontrar tiempo para nosotras y eso hace aún más difícil nuestra estabilidad emocional… O eso creo…

  4. Enhorabuena por este gran post. Me ha gustado mucho tu sinceridad y tu sensibilidad para transmitir lo que sucede en situaciones en las que se pierde el control , así como el sentimiento de culpabilidad que nos persigue durante todo el día.

    Un saludo

    • Muchas gracias a ti por tu comentario.
      La verdad es que es difícil mantener el control y, sobre todo, convertir el sentimiento de culpabilidad en una oportunidad para mejorar. Pero confío en ser capaz cada vez de hacerlo mejor

  5. Desde luego que es complicado. Pero el amor todo lo puede, seguro que lo estás haciendo ya.
    Sludos

    • Este tipo de artículos además de ser un gran ejercicio de liberación de estrés y tensión para la persona que lo escribe, son geniales porque también ayudan mucho a otras personas con situaciones semejantes. Se permite empatizar y validar sentimientos complicados.
      Y que rico sabe ese apoyo y esa retroalimentación verdad. Si te apetece, tengo escrito y publicado «Donde viven mis monstruos» , muy relacionado con el tema de los gritos y la culpabilidad.

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